domingo, 14 de abril de 2019

REQUIEM DE MOZART

Debemos partir de la base de que no entiendo de música clásica. Si alguien que lea esta reseña piensa que va a ser un artículo crítico lleno de tecnicismos y que atienda a todos los detalles de la obra, puede ya dejar de leer. Pero igual que no entiendo de ópera y me encanta, no entiendo de música coral y la disfruto con pasión. 

Y anoche disfruté. La orquesta Ad Libitum, el coro NovaNerta y la camerata L´Istesso Tempo, nos deleitaron a los asistentes que abarrotábamos la Capilla de la Soledad, en Chiclana, con una obra magnífica, ejecutada con maestría, que puso los vellos de punta a quien esto escribe y a buen seguro a gran parte del auditorio. El larguísimo aplauso final es muestra evidente de ello. 

La sección de cuerda de la orquesta nos brindó un magnífico entremés, bajo la batuta del maestro Jose Luis López Aranda, tocando Las Siete Palabras, de Haydn. Eso fue un delicioso aperitivo, porque después aparecieron la sección de viento y el coro, para ofrecernos el plato fuerte.

El Réquiem de Mozart es una pieza épica. Bellísima. Dramática y de un lirismo cautivador, que le lleva a uno al siglo XVIII, a la misa de difuntos del autor de la obra, aunque no fuera ese su destino. Ví “Amadeus” cuando era un chaval y me quedé prendado de dos cosas, principalmente; una era la bendita locura del genio, en forma de risita nerviosa, la otra el Réquiem. Nunca tuve desde entonces un disco o un cd con esa obra pero cada vez que me la cruzaba me quedaba prendado. De hecho, en la escena final de “Asesino como conejo”, primer corto de Monjezú Producciones, la pieza que suena es el Réquiem, concretamente el Introitus. Quedaba genial. 

Como decía, orquesta y coro ejecutaron la obra brillantemente, con una potencia magnífica, con mucho sentimiento. Imagino las horas y horas de ensayos para llegar a este momento. Los solistas brillaron a un gran nivel. Me encantaba seguir con la vista al director de la orquesta, al maestro Ramón Llorente Bastidas, ver cómo sutilmente iba dando órdenes a los distintos intérpretes para que entraran, salieran, subieran, bajaran, apretaran... Y me imaginaba al director del coro, al incansable y entusiasta Juanlu Lorenzo, en algún rincón de la iglesia, siguiendo la obra con media sonrisa, con la tranquilidad de ver cómo todo salía a pedir de boca y como su coro se lucia en la noche chiclanera, prestando atención a todos los detalles pero embelesado, a buen seguro, por cierta rubia a la que hasta le sobraba la partitura. Amiga Carmen Panes, fue un absoluto placer escucharos, y ver caras conocidas para mi, y del mundillo jurídico, como Pili Cano e Inma Vela, a las que también felicito desde aquí. 

Si algo lamenté, sin querer desmerecer en absoluto la Capilla de la Soledad, es que el marco del evento, de este X Aniversario del Réquiem de Mozart en Chiclana, no fuera otro. Merecía, como mínimo, la Iglesia Mayor, pero eso es otro debate y no vamos a buscar culpables entre la organización, máxime cuando se nos brindó, en definitiva, un espectáculo de tal calibre, complejidad y calidad, como el que disfrutamos, ¡completamente gratis! (lo que me parece inaudito), en la noche del sábado 13 de abril, en un Sábado de Pasión, que lo fue, gracias a esta obra, por partida doble. 

Salimos de la capilla con la sensación de haber tenido el privilegio de haber asistido a algo grande. Así fue, sin duda.