Y no puedo decir que me haya decepcionado, en absoluto, pero quedó un pelín por debajo de mis expectativas, que eran muy altas.
La cinta de Spielberg está muy bien. Dos horas y media que pasan en un suspiro. Se centra en dos cuestiones básicas: cómo surge el amor por el cine por parte del protagonista, por un lado, y cómo se desarrollan las relaciones familiares de éste, por el otro. Lo primero es pura magia, está tratado con entusiasmo, transmite la ilusión del chaval que, inquieto, queda impactado en una sala de cine tras ver cierta escena de acción y no cesa hasta reproducirla y tratar de, desde su infantil punto de vista, mejorarla. Seguimos la evolución de un niño judio, que pasa a ser un adolescente donde su principal y singular atractivo es su capacidad de movilizar a la gente, familia, amigos y compañeros de curso, para hacer pequeñas películas de todo tipo. La segunda cuestión en que centra su atención esta película son las relaciones familiares del protagonista y los suyos. Crudeza y ternura para ver como una familia judia obligada a mudarse cada dos por tres debido a la promoción laboral del padre de la familia se enfrenta a las habituales burlas antisemitas demostrando a la vez un talento innato, objeto de las más oscuras envidias.
Y en estas relaciones familiares aparece como eje central la figura de la madre, esa madre que va a marcar no solo la infancia del que luego se convertirá en aclamado realizador ("la culpa es una emoción inútil", como diría ella), sino la de toda la familia. Un papel maravilloso el interpretado por Michelle Williams. Una madre que aunque sigue a su esposo allá donde va, es el centro de la familia, el ser más débil y fuerte a la vez, sensible, entusiasta y aparentemente insensato de todos los que componen la unidad familiar. Y son muchos. Y Sammy, que es como se llama nuestro joven protagonista y alter ego del director de la cinta, utiliza su objetivo no solo para inventar historias fantásticas de asaltos en el oeste, fiestas veraniegas, momias o accidentes de trenes sino para plasmar con ella la cotidianidad de su dia a dia en familia, siendo testigo, a veces demasiado indiscreto, de lo que ocurre en casa de los Fabelman.
Queda un regusto agradable al terminar la proyección, lo que unido a las interpretaciones (¡maldita sea que no haya apenas salas en versión original subtitulada!) hacen del visionado de esta película una actividad de lo más recomendable, sobretodo con los Oscars a la vuelta de la esquina.
Trailer: